Según un viejo dicho: "Las dificultades son oportunidades disfrazadas de problemas".

Es justamente dentro de una existencia dificultosa que se pueden manifestar las capacidades individuales del marido y de la mujer. Si ninguno de los dos puede mostrar su capacidad de autotransformación ante cualquier dificultad, es probable que pierdan la atracción entre sí.

Uno de los factores que determinan la atracción entre hombre y mujer o marido y esposa, es la constante transformación, el incesante movimiento que caracteriza a esos dos individuos. Si pensamos en cual es la base dé la atracción concluiremos que lo que atrae es aquello que se mueve.

Ahora bien, si no hay dificultades, ¿para qué transformarse?, ¿para qué adaptarse? Sin dificultades no hay movimiento. Sin movimiento no hay transformación. Sin transformación no hay atracción.

Por fin, llegamos al punto en común que pueden tener el hombre y la mujer antagónicos y complementarios.

Sí, existe un punto en común que puede ser compartido por el hombre y la mujer por más antagónicos que sean.

Ese punto en común a que nos referimos es la obediencia y acompañamiento al Orden de la Naturaleza. Tanto el hombre como la mujer deben siempre acompañar de cerca y rendir cuentas a ese Orden Universal. Significativamente, obedeciendo a un Orden Universal de vida, el hombre gana masculinidad y la mujer gana femineidad.

En nuestra propuesta familiar, el Orden de la Naturaleza se expresa en términos de la realización de desarrollo regional de producción y educación basado en el Principio Unico.

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